Cuatro soldados dejan este año la vida militar para ingresar en el seminario castrense. Todos recibirán una formación especial para asumir «situaciones extremas» en misiones internacionales
Son soldados de las Fuerzas Armadas, pero han dejado sus cuarteles y han colgado definitivamente en el armario los uniformes militares para dar un giro de ciento ochenta grados a sus vidas. Los fusiles de asalto y la artillería pesada no volverán a ser sus compañeros de jornada; sí lo serán, en cambio, los manuales de eclesiología, la Biblia y el salterio. Así, en la rigurosa disciplina del Ejército, cuatro militares han encontrado este año su vocación al sacerdocio.
Desde que el seminario castrense fue fundado en 1991, nunca habían entrado tantos seminaristas a la vez en un mismo curso. En total, son ocho los jóvenes que han decidido comenzar sus estudios de Teología, lo que ha provocado que el edificio, situado en pleno centro de Madrid, se quede pequeño y que el arzobispado se plantee la posibilidad de trasladar el seminario a la base aérea de Cuatro Vientos.
Adolfo Sendón, cabo primero de la Armada durante siete años, estaba destinado en Cuba con el buque Juan Sebastián Elcano cuando empezó a plantearse su vocación como sacerdote. «Un seminarista nos enseñó la catedral de la Habana y después nos invitó a tomar algo en el seminario. A partir de ahí comenzó la “rayadura” de cabeza... ¿Cómo puede haber alguien que se meta a cura? Pero pasé de pensar cómo hay gente que puede entrar en el seminario a preguntarme si yo debía hacerlo».
Militar y sacerdote. Tras seis años de formación, Adolfo Sendón ya tiene fecha para el día de su ordenación. Él dejará pronto el seminario, mientras que sus compañeros inician ahora su propia andadura, como es el caso de Jorge Luis Gonano, un argentino de 27 años que estuvo uno y medio en la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares. «Siempre me ha gustado la vida militar y la sacerdotal, y ahora puedo vivir mis dos vocaciones en una», explica. Cuando dio la noticia a sus compañeros, éstos reaccionaron «muy bien, sin ninguna pega, al contrario, con curiosidad y preguntando sobre la castidad, el no tener mujer, lo típico. En la vida militar hay un clima de respeto que normalmente no hay en otros sitios», subraya. De la misma opinión es Francisco Manuel Pineda, que estuvo durante dos años en la Guardia Real: «Hacían bromas como es normal, pero todos se lo tomaron muy bien».
Cuando terminen su formación, estos jóvenes serán capellanes castrenses y recibirán la consideración de capitán. «Esto no significa que seamos militares, lo que ocurre es que el Ejército tiene que tenerlo todo puesto en su sitio y si tú eres cura te meten en su jerarquía también», puntualiza Adolfo Sendón.
Los capellanes castrenses desempeñan su labor en cualquier ámbito militar, desde las parroquias hasta las bases aéreas y navales. Algunos de ellos, incluso, tendrán que acudir a misiones en países en conflicto donde se encontrarán con situaciones extremas. Para ello, «en el seminario se les enseña, además de la formación teológica, cómo deben desenvolverse en una misión internacional, en un barco, una unidad militar o un cuartel donde la convivencia diaria es de 24 horas», subraya el rector del seminario, Miguel Ángel García Arteaga. El seminario, sin embargo, no les ofrece un entrenamiento físico, «aunque creo que debería haberlo –apunta el rector– porque hay momentos en que tienes que acompañar a los militares en las maniobras, en marchas tipográficas, ejercicios de tiro y alguna otra misión que requiere un esfuerzo físico mayor».
Pero no todos renuncian totalmente a cuidarse físicamente. José Manuel Pancorbo, cabo de la Marina, lo corrobora: «Voy a seguir entrenándome en el seminario para estar en forma; tenemos una agenda muy apretada (las clases, momentos de oración, etcétera) pero espero sacar tiempo para correr o hacer algo de gimnasia». Y es que la profesión se lleva por dentro.
Rezar por la paz. Pero, ¿qué hace un sacerdote en las unidades militares? Para Carlos Vera Blanco, soldado del Ejército del Aire durante tres años, la respuesta es clara: «Las Fuerzas Armadas es una institución que recibe asistencia religiosa igual que cualquier otra. Nosotros nos centramos sobre todo en misiones de paz y siempre rezamos por la paz, no defendemos que se vaya dando tiros».
El rector del seminario valora con optimismo el ascenso de seminaristas en el arzobispado castrense. «Está claro que vivimos en una situación social en la que los temas religiosos no son políticamente correctos y, sin embargo, cuando la presión hacia la Iglesia aumenta, mayor es el número de vocaciones», señala.
Fuente: Diario La Razón