El Padre Jerzy Popieluszko nació el 14 de septiembre de 1947 en el seno de una familia humilde, en un pequeño pueblo del nordeste de Polonia. Hombre de precaria salud, resistió siendo seminarista la dura “reeducación socialista” a la que eran sometidos todos los seminaristas durante los dos años de servicio militar obligatorio. Durante este tiempo de servicio militar se convirtió en un líder espiritual y moral entre sus compañeros procedentes del seminario.
Tras su ordenación el 28 de mayo de 1972, acompañó a los estudiantes de medicina de Varsovia como capellán y al personal sanitario como sacerdote responsable de esta área de Pastoral de la Salud en la diócesis de Varsovia. Fue miembro del Consejo Nacional para la Pastoral de la Salud. Sobre él recayó la organización del equipo médico que atendería al Santo Padre Juan Pablo II en sus viajes apostólicos a Polonia de 1979 y 1983.
El 31 de agosto de 1980 los trabajadores del astillero Lenin de Gdanskse declararon en huelga. Los obreros polacos se oponían, una vez más, al comunismo, sin portar más armas que el Santo Rosario en sus manos y las imágenes de la Virgen y del Papa polaco Juan Pablo II. Los obreros de la empresa siderúrgica más importante de Varsovia se unieron solidariamente a los astilleros de Gandsk y pidieron al Primado de Polonia, el Cardenal Wyszynski, un sacerdote para que celebrara el domingo la misa a los obreros encerrados. El Cardenal encomienda esta labor pastoral a Popieluszko, sacerdote de la parroquia San Estanislao de Kotska. Desde entonces comenzó su trabajo apostólico con los obreros, acompañando activamente a los trabajadores del recién creado sindicato obrero católico Solidarnosc (Solidaridad), liderado por Lech Walesa.
Así describía el Padre Jerzy su primera Misa en las acererías ocupadas: “una muchedumbre compacta de hombres, sonrientes y con lágrimas al mismo tiempo. Y aplausos. [Pensé] que alguna celebridad estuviese llegando detrás de mí. En cambio, aquellos eran los aplausos para el primer cura que jamás hubiese pasado el umbral de esa fábrica en su historia. Yo ya pensaba, mientras tanto: aplausos para la Iglesia, que por treinta y más años había llamado incansablemente a las puertas de las fábricas”.
El joven sacerdote se implica desde el primer momento en la pastoral obrera. Organiza catequesis para los trabajadores; toma solidariamente parte en los procesos penales contra los dirigentes del sindicato Solidaridad; asegura la protección a sus hijos y a sus familias; organiza para ellos la asistencia jurídica y médica; les provee de ropa y de alimento y busca la ayuda para los que son expulsados de sus puestos de trabajo, víctimas de la represión. Su casa se convierte en un lugar de encuentro y de reunión para los obreros perseguidos, para los que sufren y para los que son víctimas de la represión comunista. Reúne, en torno a los ideales de la libertad y la solidaridad, a mujeres y hombres de todas las generaciones y clases sociales.
Al año siguiente del nacimiento de Solidaridad, el 13 de diciembre de 1981, el gobierno comunista declara el “Estado de guerra” y prohíbe el sindicato. A partir de enero de 1982 Jerzy Popieluszko organizó las llamadas “Misas por la Patria”, ofreciendo en sus homilías indicaciones de orden espiritual y moral en respuesta a los problemas sociales, políticos y morales del momento. Ofrecía una respuesta de fe ente las injusticias, las torturas y la violación de los derechos humanos fundamentales, ante el ateísmo y la inmoralidad impuestos, ante el sometimiento y la violencia que sufría el pueblo. Exponía la doctrina social de la Iglesia, citaba las encíclicas sociales y los discursos del Papa Juan Pablo II y del cardenal Stefan Wyszynski. Se convertía, así, en uno de los líderes espirituales y morales más representativos de la resistencia de Polonia ante la sinrazón y la brutalidad comunista.
En una de sus homilías durante las Misas por la Patria dijo: “la obligación de un cristiano es permanecer en la verdad, incluso si fuera a costarle muy caro, porque uno paga mucho por la verdad; solo la paja no cuesta nada”. Y en otra: “un hombre que es testigo de la verdad, es un hombre libre, incluso en condiciones de restricciones externas, incluso en un campo de concentración o en prisión”.
A estas Misas iban miles de personas, convirtiéndose en un espacio de esperanza en medio de la represión del régimen. Afirmaba: “la esperanza no se puede matar. Hoy, más que nunca vemos y sentimos que la esperanza del agosto de 1980 vive y trae frutos. Lo vemos especialmente admirando la fidelidad de los ideales de nuestros hermanos, que regresan de la cárcel”. “Hoy, esta esperanza tiene un valor todavía mayor, porque ha entrado en los corazones y las mentes de los hombres y aquello que entra en el corazón, que está profundamente ligado al hombre, no se puede arrancar por ninguna orden o prohibición”.
Por ser sacerdote católico y polaco, y hacer de guía espiritual de los obreros y de la militancia social, asume la sentencia de muerte dirigida contra el sindicato Solidaridad por parte de los poderes comunistas, que ilegalizan este movimiento obrero acusándolo de actuar contra el Estado.
Intentaron atentar contra su vida una vez: tres funcionarios del departamento IV de la policía secreta simularon un accidente vehicular. El chófer de Popieluszko esquivó con destreza una piedra lanzada desde corta distancia. Inquieto por haberse escapado de milagro, el sacerdote confió sus temores a pocos íntimos, confirmándoles a la vez su voluntad de “no traicionar al pueblo”.
Un tiempo después tres agentes del régimen comunista secuestraron al sacerdote el 19 de octubre de 1984 cuando viajaba en un coche, bajo el pretexto de una inspección de tránsito. y, después de recorrer 100 kilómetros, le torturaron brutalmente y le arrojaron todavía con vida -con pesos atados en todo su cuerpo- al río Vístula. Su cuerpo fue encontrado una semana después, el 27 de octubre del 1984. Popieluszko fue enterrado en el jardín de la parroquia de San Estanislao Kostka en Varsovia. Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación y en una clara señal de la voluntad de sus compatriotas de seguir luchando.
Aunque en un primer momento se pensó que fue asesinado el mismo día de su secuestro, según se pudo investigar posteriormente, utilizando la documentación de la Comisión para el Enjuiciamiento de los delitos contra la Nación Polaca, sabemos que el padre Popieluszko no fue asesinado el 19 de octubre cuando regresaba en su coche a Varsovia, sino el día 25, después de sufrir durante todos esos días torturas en un bunker en Bor Kazunskim.
El asesinato del padre Popieluszko conmocionó e indignó a toda la sociedad polaca. Su entierro el día 3 de noviembre se convirtió en una multitudinaria manifestación, la misa funeral fue oficiada por el Primado de Polonia, seis obispos y más de mil sacerdotes. Su tumba fue visitada por San Juan Pablo II el día 14 de junio del año 1987.
Fue tan grande la indignación popular que el gobierno polaco se vio obligado a abrir una falsa investigación siendo indagados tres oficiales de la policía secreta, quienes fueron declarados culpables y condenados por el secuestro, tortura y asesinado del padre Popieluszko. Aunque el fiscal, para congraciarse con el pueblo, solicitó la pena de muerte para los tres acusados, solo fueron condenados a penas de entre 25 y 14 años de cárcel. Posteriormente, conforme los ánimos se fueron aplacando, las penas fueron reduciéndose, y finalmente fueron amnistiados
Fue beatificado el 6 de junio de 2010 por el Cardenal Angelo Amato. En la ceremonia estaba presente su madre, Marianna, que había cumplido 100 años unos días antes. Su festividad se celebra el 19 de octubre.
Extraído de varias fuentes