Se cumplen diez años del pontificado de Francisco y en muchos lugares está habiendo celebraciones. En Argentina la Conferencia Episcopal lo conmemora convocando una Misa en el santuario de Luján el domingo 12, presidida por el Cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires. El mismo Papa parece que se une a la conmemoración concediendo entrevistas a diversos medios, que estos días se han prodigado mucho.
También aparecen muchos artículos en la prensa especializada y en la generalista analizando el pontificado, además de que se dan conversaciones espontáneas entre la gente. Es razonable, porque diez años son una cifra redonda, pero a mi entender, podemos caer en la tentación de hacer un juicio con pretensiones históricas sobre un pontificado que ni siquiera ha terminado y, en todo caso, es demasiado reciente para observarlo en todas sus dimensiones.
Aun así, no faltan los que pretenden fundamentarse en hechos objetivos: cantidad de vocaciones al sacerdocio antes del pontificado y actualmente, perseverancia de los sacerdotes o de los consagrados, o incluso limosnas y ofertas en las Misas de las parroquias. A lo que se añaden otras fundamentaciones menos comprobables por números, pero que intuitivamente todos comprueban que se están dando: crisis del episcopado en este o aquel país, propuestas que suenan incompatibles con la fe desde los púlpitos o en reuniones de clérigos…
Es indudable que en estos diez años se han realizado muchos logros: se ha reformado el proceso matrimonial, se ha actualizado el cuerpo de los delitos canónicos, se ha reformado el periodo formativo de los sacerdotes y se están visitando muchos seminarios, se ha intervenido en la parte económica de la Santa Sede, se ha mejorado notablemente la protección de los menores y vulnerables en la Iglesia, se han constituido nuevos ministerios laicales y se ha mejorado su posición en la Iglesia… Pero sigue siendo una visión simplemente enumeradora, y por ello, escasa.
Mi opinión es que a Francisco habría que considerarlo el Papa que pone en marcha procesos. El mismo Papa dijo algo parecido: «tenemos que iniciar procesos, no poseer espacios. Yo tengo miedo de las estadísticas, porque nos engañan tantas veces. Nos dicen la verdad de una parte, pero después se cede el paso a la ilusión y nos llevan al engaño» (Discurso a sacerdotes y consagrados en Milán, 25-III-2017).
Son, por su misma naturaleza, procesos que no están cerrados: la sinodalidad es el mejor ejemplo de ello, pues es definida como un proceso de escucha, que puede acercarnos a las Iglesia orientales separadas. Ni siquiera la reforma de la Curia Romana, que está aprobada y es operativa (otro logro), se escapa a esta apreciación, porque se desea que encabece la conversión misionera de la Iglesia.
Por eso no es fácil juzgar el pontificado de Francisco: un proceso histórico a veces tarda siglos en dar frutos. Seguramente los que lean este artículo no los van a ver. Pero no debemos dudar de que el Espíritu Santo guía a la Iglesia de modos que solo Él puede conocer, y de que el verdadero proceso en la Iglesia se inició en Pentecostés.